sábado, 31 de diciembre de 2016

Matilde, de Carola Martínez Arroyo. O aquello de lo que hay que seguir escribiendo

Por Mario Méndez—
Carola Martínez
Carola Martínez Arroyo es una luchadora. Por eso, creo yo, describe tan bien a esas tres mujeres que ha creado su pluma: Isabel, la abuela Pipa y la propia Matilde, esa leona que es la protagonista de su novela. Porque son como ella, mujeres de lucha. Mujeres en lucha.
Carola Martínez Arroyo es especialista en Literatura infantil y juvenil (LIJ). Como tal, creó y dirige un blog, Donde viven los libros y una librería virtual súper recomendable que lleva el mismo nombre, donde se encuentra fácilmente lo que es bueno y no tan fácil de hallar. Como especialista, además, coordinó el Plan de lectura de la ciudad de Buenos Aires durante varios años y fue una de las selectoras del Programa Leer para crecer (popularmente conocido como “Tres por uno”), ese programa que hacía llegar, gratis, a los chicos y chicas de la ciudad, no solo libros de textos sino la mejor literatura. Programa que, dicho sea de paso, niños, docentes, escritores y editores extrañamos mucho, porque fue languideciendo hasta dejar de distribuir libros.

Carola Martínez Arroyo es escritora. Novelista. Novel, quizá (habrá que preguntarle si realmente es novel, habrá que preguntarle cuánto ha escrito antes de publicar esta novela), Carola publicó este año una novela que fue finalista del Premio Norma y que, en el poco tiempo que lleva publicada, ya ha dado mucho que hablar. Porque Matilde, la novela de la que quiero hablar y preguntar, que acabo de terminar de leer con emoción, cuenta una de esas historias que en Latinoamérica no podemos olvidar. Que no debemos olvidar.
Matilde, como Carola, es chilena. Matilde es una nena de inocentes ocho años que sobrevive a los tumbos en plena dictadura pinochetista. Su padre ha desaparecido. Su madre se ha refugiado en casa de la abuela Pipa. Su otra abuela vive en “Lexilio”, como entiende Matilde, en México. Y ella debe crecer, debe ser grande antes de tiempo, como se lamenta su abuela, por culpa de los milicos. Ella sabe que está todo mal en su vida, que no está su papá, que su mamá y su abuela, aunque sigan buscando, aunque sigan luchando, están  quebradas, que su padrino y otros amigos de toda la vida y de la militancia de sus padres, están en peligro y que por la seguridad de todos los que quiere le debe mentir a la maestra, tan bonita y tan canallescamente momia, como tiene que mentirle a los vecinos y a cualquier desconocido que pregunte por su madre.
Matilde, como tantos chilenos, terminará ella también en “Lexilio”, ese lugar de donde, gracias a las luchas, muchos pudieron volver. Matilde se inscribe en la mejor tradición de la novela que toma el tema de la dictadura, de la represión, de la resistencia. Como El mar y la serpiente, como Piedra, papel y tijera, como Rompecabezas o Piedra libre, entre tantas otras novelas argentinas, cuenta, desde la voz de chicos y adolescentes, lo que fue sufrir en carne propia la opresión de las dictaduras latinoamericanas. Como también lo hizo otro chileno, Antonio Skármeta, en ese duro y bello cuento que es La composición (creo yo que homenajeado en cierta parte de la novela) o en Nopasonada.
Y porque tengo la suerte de que Carola Martínez Arroyo, además de luchadora, escritora y especialista, sea mi amiga, es que aprovecharé para hacerle algunas preguntas sobre su novela, empezando por la que dejé planteada en esta larga introducción:
¿Sos, Carola, una escritora novel? ¿O hay mucho escrito antes de esta primera publicación, que por cierto no parece una primera obra?
—Carola: Tengo mucho escrito y nada publicado salvo Matilde. Siempre me dio mucho pudor mandar obras a las editoriales, teniendo en cuenta mi rol, primero como seleccionadora de libros para compras institucionales y luego como especialista “crítica” de LIJ. Por eso decidí mandar Matilde al premio Norma bajo un seudónimo, la sensación de no estar expuesta me permitió darme coraje para publicar, escribir un libro es una terrible exposición.
 ¿Acierto al decir que, con ese momento en que la idiota de la maestra pide que escriban o dibujen algo en honor al presidente, hay un homenaje a “La composición”?
—Carola: Sí, probablemente algo de eso haya, en la forma en que está narrado, “La Composición” fue uno de los libros en que más pensé mientras escribía. Lamentablemente, debo decirte también que forma parte de la historia de los que vivimos nuestra infancia en dictadura. La exaltación de Pinochet llegaba a extremos ridículos, como este que narro en Matilde.
¿Te reconocés en esta lista de predecesores de la LIJ que tomaron el tema, como los arriba mencionados, a los que se podría sumar El año de la vaca, Manuela en el umbral, La soga, Origami y varios más?
—Carola: Sí, por supuesto. Uno es lector antes que escritor. Y siempre me cuestioné qué tenía yo que aportar a ese corpus literario. Sin embargo, una vez que la historia comenzó a surgir, que Matilde empezó a crecer, escribir se convirtió en un desafío. Serán los lectores quienes juzguen si Matilde es digna de estar entre esos libros que mencionás.
¿Qué esperás de los lectores argentinos jóvenes, cuándo lean esta historia que es de todos los latinoamericanos, pero que es chilena? ¿Y de sus docentes, como mediadores?
—Carola: Tenés razón cuando decís que Matilde es una historia chilena. Allí volqué mis recuerdos de infancia: mis juguetes y golosinas preferidas, mis anécdotas de la escuela, algunos vecinos y parientes. Pero no es una autobiografía. Yo no soy Matilde. Matilde es una niña en busca de respuestas, una niña que, sin dejar de ser niña, se asoma a un mundo adulto devastado por la dictadura que no comprende y que ningún adulto está en condiciones de explicarle. Por eso como bien decís, es una novela latinoamericana, que explora literariamente esa historia de dictaduras que asolaron el continente en la década de los setenta y ochenta. Pero también la considero como la historia de una niña que intenta sobrevivir en un mundo donde los adultos no pueden prestarle toda la atención que necesita, con una madre y una abuela, como bien decís “quebradas”. En ese sentido, creo que los lectores jóvenes actuales, podrán trasladar a sus propios mundos, ya que lamentablemente, hoy en día niños y jóvenes se encuentran con un mundo en crisis, con adultos ausentes (por problemas de salud, de trabajo, porque han debido emigrar, porque no encuentran el modo, etc.).
¿Sabés si la novela se ha publicado simultáneamente en Chile? En tal caso, ¿qué esperás de esos futuros lectores chilenos que recibirán la historia escrita por una compatriota en “Lexilio”?
—Carola: No está publicada en Chile todavía. Norma es parte del grupo Santillana por lo que creo que puede ser editada por ellos allá. De todas maneras, es un lugar donde muchas expectativas que se publique, ya que uno de los principales desafíos fue construir un mundo y que no fallara el verosímil. Por ejemplo, con las editoras trabajamos mucho el lenguaje, para que Matilde conservara los modismos propios no sólo de Chile sino de la época histórica en que está ambientada. Respecto a los acontecimientos narrados, en Argentina existe una gran tradición de libros que exploran el tema, que ya fueron mencionados. En Chile la dictadura todavía es un tema casi tabú. Recién hace unos años, especialmente a partir del 2013 cuando se cumplieron cuarenta años del golpe, comenzó a reavivarse el debate sobre los crímenes de los militares pinochetistas. En ese sentido si me parece importante que los lectores jóvenes chilenos puedan asomarse a un período histórico que debe ser recordado, que no puede quedar en el olvido.
Y yendo a lo técnico y editorial: ¿Por qué decidiste que el capítulo previo al epílogo fuera ilustrado? ¿Ya no alcanzaban las palabras? ¿Querías que los lectores completaran el sentido con sus propias palabras? ¿O qué?
—Carola: Había un salto temporal entre el fin de la novela y el epílogo. Fue idea de las editoras de Norma superar ese lapso con ilustraciones. Tuve la suerte de que la ecuatoriana PowerPaola aceptara ser la ilustradora. Para mí fue mágico como PowerPaola fue capaz de plasmar mi idea de los personajes de tal manera que Matilde un poco se parece ¡a mis hijas!
Finalmente, ¿nos contarías quién es Claudio Paredes, a cuya memoria está dedicada la novela?

—Carola: Claudio Paredes es uno de los tantos niños y jóvenes asesinados por la dictadura pinochetista. Tenía dieciocho años, era egresado del Liceo de Aplicación y militante comunista. Fue dirigente secundario y llevó adelante muchas de las protestas de los secundarios contra Pinochet en los noventas. Yo lo conocí a los ocho años en un Congreso de Niños que hubo fuera de Santiago, un evento que marcó a todos los niños que participamos en él y nos unió para siempre. Claudio fue detenido en su casa de la Villa Portales junto con varios de sus compañeros de militancia por fuerzas militares. Consecuentemente con la política de terror que quería imponer la dictadura de Pinochet, todos asesinados en una explosión. Contar su historia es una asignatura que aún tengo pendiente.

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