viernes, 29 de enero de 2016

Reflexiones, con dos meses de macrismo a cuestas

Mauricio Epsztejn—

Legal, legítimo, la herencia y lo propio

A menos de dos meses de que el ingeniero Mauricio Macri asumiera la presidencia de la Nación, los distintos significados implícitos en las palabras que encabezan este párrafo son imposibles de interpretar sólo con un diccionario. Si lo legal nos remite a una ley anterior al hecho o proceso, lo legítimo trata sobre lo justo en un contexto histórico.
Por eso en política alguien puede acceder a un cargo por el voto ciudadano, lo que sería legal y perder la legitimidad si luego se sincera y reconoce que le mintió a sus electores, lo que no le impediría completar su período legal e incluso ser reelegido para un segundo mandato por los mismos a quienes engañó. Es el caso de Menem. Todo fue legal, pero, ¿también legítimo?
Un caso distinto sucedió con el de De la Rua- Álvarez, que ganó bien las elecciones para el período 1999 – 2003, pero se deslegitimó en el ejercicio y huyó antes de terminar su mandato legal dejando tras de si una estela de manifestantes asesinados y una chorrera de delitos perdonados por una justicia cómplice.

Ahora veamos lo que está sucediendo a partir de diciembre de 2015 con la alianza derechista “Cambiemos” ya en el gobierno, con Mauricio Macri a su cabeza, que triunfó por apenas dos puntos, pero donde nadie discute su legalidad. Además, no le mintió al selecto electorado que quiso escuchar sus mensajes transmitidos a través de sus colaboradores más cercanos –hoy destacados miembros de su gobierno– donde describió las principales líneas programáticas de su futura gestión, en caso de ser elegido. Y es lo que está ejecutando. Sin embargo, ante el gran público su campaña propagandística eludió hablar de programas y propuestas, sino que se ciñó al esquema marketinero para promover un nuevo producto, que en lugar de un detergente fue el de la “revolución de la alegría”, envuelto en un mensaje de generalidades que se resumen en los famosos tres “objetivos”, que una parte importante de la sociedad compró y que ya en el gobierno aún siguen predicando. Estos son:
1) Unir a los argentinos y cerrar la grieta abierta por el kirchnerismo en la sociedad;
2) Alcanzar la “pobreza cero”; y
3) Librar una lucha implacable contra el narcotráfico.
Ahora echémosle una somera mirada al estado en que quedaron aquellas tres metas después de los primeros cincuenta días de gobierno, cuando falta otro tanto para que se cumpla el plazo que, según el mito, se le otorga como gracia a todo gobierno entrante y durante el cual el sonsonete de la “nefasta herencia”, suele funcionar.
Si bien desde el 10 de diciembre hasta el momento de redactar esta nota puede considerarse un tiempo escaso para evaluar los resultados generales del gobierno PRO, ya hay pistas sólidas sobre hacia dónde se encamina, empezando por la integración del gabinete y los ganadores y perdedores que ya generaron sus primeros actos de gobierno, acordes con el rumbo elegido, consecuencias que ya se están empezando a derramar sobre el conjunto de la población, incluyendo a los votantes de Cambiemos, mientras, a pesar del blindaje mediático que trata de impedirlo, los vientos de la realidad van despejando el horizonte del enjambre de globos amarillos que lo tapaban,. Y con ellos también se escurren por las cloacas de la política los juramentos con que hacían gárgaras sobre la república, la institucionalidad y la democracia, tanto Macri y sus socios abiertos o vergonzantes, como Carrió, Morales y algún otro que lo acompaña en su recorrido por las catedrales financieras del mundo. Para ejemplo alcanza con el festival de Decretos comunes y de Necesidad y Urgencia (DNU) que emitió en este breve período, buena parte de dudosa constitucionalidad, con los que anuló leyes ampliamente respaldadas por el Congreso, al que virtualmente tiene clausurado, y el intento por uniformar al conjunto del Poder Judicial con el fin de que actué como simple apéndice de su política, empezando por designar a dedo jueces para la propia Corte Suprema.

Acerca del famoso tríptico

En cuanto al punto 1) de aquella cartilla, el de la brecha a cerrar mediante el diálogo, sólo daremos dos ejemplos de lo que nos aguarda si lo que ya hizo logra ser aceptado por la sociedad, aunque sólo sea con su silencio: despido masivo de empleados públicos en todas las áreas, con el pretexto, entre otros, de sus simpatías políticas, independientemente de la idoneidad de cada persona para la tarea o el cargo asignado. Además, es una clara señal para que el empresariado privado proceda del mismo
modo, porque el objetivo es crear un ejército de desocupados que empujen a la baja los salarios y pérdida de derechos laborales. El otro ejemplo es el de la represión: empezó con la luchadora social Milagro Sala, encarcelada en Jujuy por el gobernador radical Gerardo Morales sin causa ni proceso, verdadera presa política; además, la represión a tiros de los obreros de “Cresta Roja” en Ezeiza y a los municipales de La Plata. Este es el tipo de “diálogo” que le propone a quienes no acaten el mandato de las multinacionales.
En cuanto al punto 2), el de “pobreza cero”, es difícil entender cómo lo van a alcanzar si todas, absolutamente todas las medidas económicas que instrumentó desde que accedió al poder sólo beneficiaron a los grandes exportadores nacionales y extranjeros, a los bancos y la usura internacional y ninguna fue a favor de los trabajadores a quienes chantajea con que si piden recuperar el poder adquisitivo de sus salarios, pueden quedar desocupados por la apertura indiscriminada de importaciones y sus consecuencias: destrucción de las pequeñas y medianas empresas nacionales, principales ocupantes de mano de obra.
Como muchos de nuestros lectores ya tienen edad para recordar, pueden explicarle a los más jóvenes, los que no vivieron esa etapa, lo que nos dejó el espejismo de aquellos “deme dos”, de los viajes a Miami y a Brasil o los “tours de compras” a Paraguay. Y también hacer docencia con buena parte de la clase media enojada con el gobierno anterior porque no podía comprar dólares, que ahora pueden adquirir hasta dos millones de verdes y mientras hacen la cola en las casas de cambio piensan que van a hacer de sus vidas, de sus trabajos y/o de sus empresas si el gobierno de los CEOs logra imponer sus propósitos.
Por último tenemos el punto 3) del susodicho credo: la cruzada contra el narcotráfico, cuya parte más sustantiva pasa por impulsar la violación de las leyes nacionales de seguridad y defensa para reintroducir a las Fuerzas Armadas en el rol de policía interna, con el pretexto de combatir ese flagelo. Si ese fuera el remedio, por qué no lo adopta Estados Unidos, dueño de la tecnología militar más poderosa de la historia y mayor consumidor de drogas ilegales en el mundo.
El recurso militar contra el narcotráfico no sólo fracasó en el mundo, sino que es falso el propio concepto de guerra para luchar contra él. Si realmente quisieran enfrentar esa plaga deberían empezar por preguntarse dónde va a parar el dinero que el mismo genera y descubrirán que la ruta de esos dólares no termina bajo el colchón del Chapo Guzmán o del finado Escobar Gaviria, sino que conduce a las bóvedas de los grandes bancos, donde se lavan y regresan al circuito de los negocios reinvertidos en la misma u otras actividades, como el inmobiliario o de armas.
Además, algún funcionario ya lo adelantó que las Fuerzas Armadas podrían ingresar a “las villas dominadas por el narcotráfico”, es decir, participar en tareas de seguridad interior, expresamente prohibidas por la ley vigente y que tan trágicos resultados produjo para nuestro pueblo y para las propias Fuerzas Armadas.
El impulso a tal política por el gobierno de Macri no sólo es peligroso, como lo señalan connotados especialistas locales y extranjeros, sino que la declarada emergencia habilita compras sin control ni licitación, a las que parece tan afecto este gobierno, que habla contra la corrupción mientras multiplica los negocios a costa del Estado y en favor de sus amigos.
Con el fin de cerrar por ahora este apartado, tanta espectacular demagogia sobre el tema pareciera serle útil a la ministra Bullrich para ocultar el bochornoso papelón que protagonizó con los tres prófugos recapturados gracias al hambre y al sueño, a los que intentó mostrar como integrantes de una poderosa mafia y que, según la expresión de Juan Miguel Ponce Edmonson, ex jefe de Interpol en Méjico y actual asesor en temas de seguridad del presidente Peña Nieto, “son tres perejiles”. (La versión completa de la entrevista hecha por Eduardo Febbro apareció en Página/12 el 20/01/2016. También se puede acceder por el enlace que va a continuación). 

Sobre la hegemonía, la democracia y el ágora

La derrota electoral para el ejecutivo en Argentina, otra dura para el legislativo en Venezuela, un futuro incierto en Brasil, más lo que por ahora no está definitivamente consolidado en los otros países donde los movimientos nacionales y populares, populistas, de nueva izquierda o como se los llame, han llegado al gobierno o lo comparten en nuestra América y en el sur de Europa, desafía a pensar sobre las causas que condujeron a esta situación donde hace sólo pocos años parecía haber sólo un camino que, con vueltas y obstáculos, conducía en una sola dirección. Una, sobre las cuál cada vez se pone más la vista, es el de la disputa ideológica, cultural, el tema de la hegemonía.
El concepto de hegemonía cultural fue particularmente desarrollado por el marxista italiano Antonio
Antonio Gramsci
Gramsci a principios del siglo XX y se refiere al conjunto de ideas sobre la sociedad, la visión del mundo y la vida, que determinados grupos y fuerzas sociales pujan para que las mayorías las acepten como intérpretes de sus intereses y aspiraciones. Si en el terreno de la política lo logran y acceden a la conducción del Estado, gobiernan consenso, más que aplicando la fuerza. El tema de la hegemonía no nos habla de los sistemas políticos estatales, sino de las ideas dominantes. Por eso hay países con sistemas democráticos de gobierno, donde la alternancia entre figuras y partidos no afecta a los poderes reales que mantienen sus privilegios, aceptados como algo lógico y natural hasta por sus perjudicados u oprimidos. Tal cosa sucede porque la ausencia o debilidad de una contracultura no disputa la hegemonía y lo permite.
Por supuesto que, bajo regímenes políticos democráticos, las disputas en este campo se desarrollan a un costo humano y social menos doloroso que si debieran hacerlo bajo autoritarismos o dictaduras. De allí que los movimientos nacionales y populares siempre deben priorizar la defensa de la democracia y las libertades públicas y ciudadanas, y construir las coaliciones más amplias que impidan cualquier avance sobre las mismas, como los que aquí intenta el gobierno de Macri y lo explicita contra Milagro Sala y otros luchadores sociales, para ejemplo de lo que les espera a quienes se opongan activamente a su política económica y social.
De allí que el tema de la hegemonía y de la democracia, cobre tanta importancia y deba ser debatido por quienes se identifican con las fuerzas nacionales y populares porque, a criterio de quien esto escribe, allí residen buena parte de las razones de las crisis y derrotas por las que están atravesando los gobiernos y fuerzas políticas involucradas en este sur del continente.
Si hablamos de democracia, en esta oportunidad nos referimos a su interpretación más restringida, la que permite el debate de ideas y la acción política y a los mecanismos a través de los cuales la ciudadanía puede participar en la elaboración de los proyectos que luego se transformen en decretos o leyes, porque es con hechos concretos más que con declaraciones, que las mayorías se apropian de conceptos abstractos. Y los avances hacia más democracia se logran si el pueblo encuentra los cauces que le permiten participar y controlar la gestión de los gobiernos. De ese modo la gente siente que ha participado de cada logro, que es suyo y que lo debe defender si lo quiere conservar. Entonces, la acción política debe facilitar el quién, cómo, cuándo y dónde cada persona tiene su lugar.
El “quién”, se refiere a los sujetos involucrados en cada tema, al que deben conocer y sobre el cual deben opinar, para darle poder al que lo ejecute con la menor cantidad de errores posible. Si el tema es de interés general y los que deban transferir riquezas a favor de las mayorías son relativamente pocos, no se le debe temer al debate público porque en estos casos no se trata de asuntos que afecten a la seguridad nacional y, en consecuencia, los campos quedan más claramente delimitados, se estrecha el de opositores y se empodera a los ciudadanos en relación al manejo de la cosa pública. Es todo lo contrario de lo que se hizo con la famosa Resolución 125 que, por actuar de modo decisionista y por sorpresa, no se le explicó a la sociedad el alcance de la medida, no se habló con los pequeños y medianos productores y, en consecuencia no se corrigieron a tiempo las cosas corregibles, lo que le permitió a los grandes productores, propietarios de tierra y exportadores emblocar tras de si a todos los sectores agrarios, incluidos los obreros rurales y a los sectores medios de la ciudad y del campo. Fue la primera gran derrota del proyecto nacional y popular, por una medida mal concebida, mal explicada y mal ejecutada.
Otro caso de menosprecio al debate democrático fue el de la fallida reforma judicial, cuyos proyectos se convirtieron en ley de modo exprés, sin pasar por el debate ciudadano capaz de mejorarlos y recién después enviarlos al Congreso creando una coalición de fuerzas capaz de enfrentar la previsible resistencia de la corporación conservadora o simplemente oligárquica.
Hay otros ejemplos sobre los que vale la pena reflexionar en conjunto, donde el avance en el reconocimiento de derechos por parte del Estado, le llegó a la gente sin que los beneficiados participaran en la gestación de la iniciativa por la cual se concretó aquello de lo que eran acreedores por derecho, porque la sociedad ya había alcanzado un estadio que lo permitía o directamente porque ya estaba escrito en la Constitución. Entonces, es más fácil sentir como propio un derecho por cuya concreción uno se movilizó y participó junto a los gobernantes que lo hicieron realidad, que de algo donde el rol de uno sólo fue de receptor, aunque accediera a él por estricta justicia, pero con nula participación. Es la diferencia entre agradecer o repudiar pasivamente a un gobernante por ejercer bien o mal, la función para la que fue elegido o activamente respaldar y acompañar en la medida de sus posibilidades un proyecto político y a su o sus líderes. Esto también forma parte de la disputa por la hegemonía.
En cuanto al “cómo”, no hay recetas. El único norte pasa por conseguir que la gente participe: cuántos más sean y mejor organizados, mejor.
El “cuándo” no se relaciona con el almanaque, aunque siempre es bueno juntarse, compartir experiencias, conocerse mejor con los vecinos, con los compañeros de trabajo o estudio, crear lazos de confianza. Sin embargo hay circunstancias en que la política y los políticos deben convocar al pueblo para intercambiar ideas sobre cuestiones trascendentes, esas que hacen a la vida de colectivos más o menos grandes e incluso los de la Nación y, en la medida de lo posible, lo deben hacer antes de llevarlo a los ámbitos institucionales, para explicar de qué se tratan sus ideas, escuchar con atención las opiniones y después volver para dar cuenta de cómo va el proceso, todas las veces que puedan. Es el mejor antídoto contra la polución que se respira en los ámbitos cerrados y los microclimas de internas, trenzas y negocios.

Por fin viene el “dónde”. Quienes tenemos muchas millas recorridas en estas lides sabemos de reuniones en Unidades Básicas, Comités, Ateneos o como se les llame a los recintos en los que se desarrolla la vida interna de los partidos, reuniones necesarias para que las organizaciones funcionen. Pero el lugar natural donde debe desarrollar su militancia el movimiento nacional, popular y democrático es la calle, la plaza pública, el ágora –le llamaban a esos lugares abiertos los fundadores de la democracia occidental, en la antigua Grecia–. Claro que hoy el ágora puede no ser necesariamente una plaza o un parque, sino también vale para un bar, un centro cultural, una biblioteca, el salón de un sindicato o de un club, la visita casa por casa a vecinos. El tema no es tanto el lugar, sino para qué se hacen las reuniones. A esa pregunta debe responder la política y que de ningún modo se propone reemplazar esta nota.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo con los analices vertidos en esta nota. Lamentable, pero cierto que falta mayor participación, organización y lucha, que la mera receptividad de derechos (justos e impostergables)si no crean conciencia y se deja fluctuar a la intemperie, para que de las acusaciones falsas alimenten el rechazo y condena de las clases reaccionarias. Vivimos en América latina y el mundo una vieja forma de dominación (bien explicitada por el teórico y político Italiano)y que se traduce en una dictadura mediática y judicial que desembocó en este GOLPE BLANDO que debemos resistir.

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