viernes, 29 de enero de 2016

Nos falla el otro

Ma. Mercedes Alemán—
El jueves 31 de Diciembre pasó Ana por casa a buscar un vestido que me había prestado. Ya vestida para la fiesta que me esperaba a la noche, busqué le vestido, lo puse en una bolsa y la esperé un rato. Ana no se caracteriza por ser la persona más parsimoniosa del mundo. Ana piensa, todo el tiempo piensa. Piensa y verbaliza rápido, con palabras justas, pero tan precisas que uno tiene que remitirse al sentido más profundo de la palabra para llegar a la IDEA. A veces incluso me marea. Aclaro esto porque todo lo que sigue es a partir de la IDEA  que tomé de lo que dijo ella y tal vez no sea exactamente lo que quiso decir.
Ana contó muchas cosas, una de ellas fue  que la aquejaba el estado de la política actual y que, en ese y en otros aspectos más personales, lo que veía que fallaba era la idea del otro. Una compañera de trabajo le había dicho que el problema de la empresa era que sobraba personal. “No hablo de vos Anita, vos trabajás re bien”, había aclarado su compañera para tranquilizarla. 

Unos días antes yo me había juntado con unas amigas con opiniones políticas completamente opuestas a las mías. Hablando sobre el trabajo de una de ellas no pude evitar, estúpidamente, hacer referencia a la cuestión económica. Mi amiga es docente en un colegio privado y ante sus quejas sobre la austeridad de la institución en los festejos de fin de año argumenté que los colegios deben estar tomando precauciones. La baja del poder adquisitivo, sumada los aumentos en los servicios obligaría a cualquier organización a replantear sus ingresos y sus gastos. Para mi amiga, en el colegio también sobraba gente. Claro está que no sobraba gente en su área, sino en otra. Una vez más sobraba el otro. Ni ella, ni yo. Otro.
Cuando Ana contó lo de su compañera de trabajo, yo pensé en mi amiga. Mi casa, que se la alquilo a un otro,  en la que vivo con otro, que tiene otros 14 pisos y que en cada uno de esos pisos existen otros 4 departamentos donde viven vaya uno a saber cuántos otros. En mi casa hay una mesa bastante grande y ahí estábamos con Ana, cada una en su silla. En seguida imaginé muchas personas circundando esa mesa, todas mirándose, pensando en el otro que sobraba, pero sin decirlo.
Hoy un noticiero mostraba a las personas que duermen en la intersección de Juan B. Justo y Santa Fe. El problema, para los informadores, no estaba en que hubiera gente viviendo en condiciones nefastas, que el sistema las excluyera, que amenazara el pronóstico de tormenta. El problema era las molestias de los vecinos, la estética y limpieza de la esquina porteña. Trabajé mucho tiempo en una oficina de reclamos, uno de los primeros días de trabajo un señor se fue gritando “El problema es que acá los negros hacen lo que quieren y nosotros los blanquitos tenemos que bancarnos todas”. Quien me conoce sabe de mi palidez casi mortuoria, me dieron ganas de retar al señor a hacer un duelo de pieles. De la misma manera que el día que una señora llamó para preguntar por qué contratábamos gente sin dientes, quise pedirle que viniera a verme a ver si se animaba a hacer esa afirmación otra vez. De esas historias hay mil. Los que se quejan porque hay chicos durmiendo en la puerta de la catedral y queda feo; los que hacen campaña para que los cartoneros dejen de usar caballos porque “pobrecito animal” (Como explicarles que zoonosis no puede hacerse cargo del animal en esos casos, ni sacrificar al cartonero) Todos otros.
En estos días hubo un montón de despidos. Personas, otros (por ahora otros, cuestión circunstancial)  que se quedaron sin trabajo. Muchos, entre ellos parientes y otras personas que quiero mucho, festejaron esos despidos o los justificaron. Ñoquis, planeros, Camporistas y otras cuestiones algo subjetivas parecían ser buen motivo. Dentro de las personas que se quedaron sin trabajo hay una a la que aprecio muchísimo y de la cual, precisamente, admiro su amor profesional. No voy a nombrarlo, prefiero guardar su nombre para cuando escriba sobre él por motivos mucho más bellos. Sabiendo que muchos de los justificadores conocen su trabajo, pensé (supuse porque no me animé a preguntarles)  que dirían que cayó injustamente en el malón del sinceramiento laboral. Sin dejar de avalar los  miles de otros que perdían sus puestos de trabajo. Entonces comprendí que así como cuando los medios de comunicación utilizan “La gente”, el otro sobra siempre y cuando no tenga nombre y, por lo tanto, no pueda reconocerlo. Se señala y juzga un imaginario, pero a la hora de reconocerlo y nombrarlo somos menos duros porque asimilamos también su circunstancia.
¿Por qué nunca creemos que sobramos nosotros? ¿Por qué creemos que hay personas que sobran? Como si fueran el borde de una masa que no entra en el molde, entonces se recorta y se tira. ¿Qué nos salva?
En mi casa siempre hubo muchas personas y poco espacio.  Nos peleamos por el control remoto, el sillón cómodo, el equipo de música y la computadora. Cuando mi hermano más grande tocaba la guitarra en el cuarto del fondo, mirar la tele era imposible. Nebulizarme a la noche significaba despertar a toda la familia. A pesar de eso, nunca se me ocurrió pensar que alguno sobraba. E imagino que si le hubiese dicho a mamá "acá sobra gente", su respuesta hubiese sido "Bueno, andate".
Pienso entonces que nos falla el otro. La idea de otredad que tenemos. Sin entender que no existimos si no hay otro. Que otros nos concibieron y nos nombraron. Que nos definimos a partir de nuestra relación con otros. Otros que tienen nombres, aunque no los digamos. Otros que son parte de muchos de los conjuntos que conformamos. Porque, convengamos, que si tanto trabajamos en buscar las diferencias, es porque lo que nos hace iguales es evidente.

Pensemos que somos el único humano de la tierra, creeríamos que somos la plenitud de la humanidad. Creería que la plenitud de la humanidad es medir 1,54, tener dientes grandes y voz aguda. Por suerte existen otros que abren el abanico de lo posible.

2 comentarios:

  1. Creí que cuando se publicara esta nota escrita a principio de mes iba a haber perdido actualidad.

    ResponderEliminar
  2. Yo soy tu, vos sos yo... nosotros somos todos... Hermoso relato.

    ResponderEliminar

Gracias por participar, compartir y opinar