Santiago Lugo de Compostela, 12 de mayo, en el año del Señor 1912.
Estimada tía:
Os trasmito que añoro vuestras visitas y late en mí el permanente afecto que guardo hacia vos. No cabe duda alguna que los lazos sanguíneos existen y perduran; es por ello, deduzco, que tanto me agrada y gratifica guardar como tesoro pertenencias de miembros de la familia. Por sobre todo me apasionan las cartas, esquelas y tarjetas de salutaciones, entre ellas, por supuesto, cuenta la correspondencia que habéis enviado en años de juventud a vuestra confidente hermana: mi madre.